Nada hay más doloroso para la mente humana que la mortal quietud del alma y la certidumbre que sigue a una rápida sucesión de hechos que priva al Espíritu de esperanzas y de temores.
Lloraba con amargura entonces deseoso de que la paz volviera a mi espíritu para permitirme ofrecerles consuelo y felicidad. Era imposible...El remordimiento ahogaba las esperanzas. Era el creador de un peligro eterno y vivía en el temor de que el monstruo, fruto de mis esfuerzos, cometiera un nuevo crimen.
Fragmento del libro "Frankenstein o el moderno Prometeo" M. Shelley
domingo, 8 de octubre de 2017
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