miércoles, 9 de septiembre de 2020

 ¡Hermanos!, regocijémonos de tener a unos políticos tan bondadosos y una sociedad tan implicada en la cruzada contra un virus que ha vuelto a poner sobre la mesa la hipocresía y la falsedad de nuestro mundo (hará falta algo más que gel hidroalcohólico y un cacho de plástico en la cara para solucionar tal asunto).

 Resulta bastante interesante ver como los españoles hemos regalado nuestra libertad. ¡Ojo!, ya muy limitada de por sí, pues la libertad, que es un atributo divino, solamente puede obtenerse parcialmente en nuestro mundo por medio de valores, educación, sentido crítico y ganas de querer desprenderse de esa auto-minoría de edad en la que nuestros bondadosos tutores les gusta tenernos. Pero bueno, sí que es cierto que no hemos regalado nuestra libertad, porque ya a estas alturas de 2020 no se regala nada. Lo que sí hemos hecho ha sido (mal)cambiarla por la idea de que la salud es lo primero. Esta afirmación es la que dicen seguir nuestros bondadosos tutores, políticos que se mueven entre la zanganería y lo bellaco. Pero es que a su vez la población ha interiorizado en un acto reflejo de su más interna mente reptiliana, la máxima de que efectivamente la salud es lo primero, aunque esta idea dinamite la libertad individual y el futuro de España. Sin embargo eso no es lo peor, lo peor es la falsedad y la hipocresía que subyace en toda esta locura, porque los mismos bondadosos tutores que ahora quieren heroicamente salvar nuestras vidas son los mismos que en estas últimas cuatro décadas han asesinado a más de un millón de seres humanos por medio del aborto, los mismos que venden armas a países que posteriormente las usarán contra población civil, los mismos que han permitido que cada año mueran diez mil españoles por contaminación y los mismos que han acabado con empleos de calidad lo que ha provocado un aumento del nivel de estrés de los ciudadanos, y ya sabemos que el estrés abona muy bien el terreno para la aparición del cáncer1 , otra de las grandes causas de muerte en nuestro país que podrían evitarse si nuestros bondadosos tutores sintieran un poco de humanidad hacia el hombre.

 El hombre debe repensar su posición ante sí mismo y preguntarse cómo debe obrar: fiel a lo que dice y lo que hace, o decir una cosa y obrar en contra de sus propias ideas.

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