Hoy
día los valores y fundamentos de una persona radican en “ser más”,
ser más astuto, ser más ricos, ser más que el otro... El hombre
tiene como frase para la vida “el pez grande se come al pez chico”.
Vivimos en una época de competitividad, el fin justifica los medios,
de tener más, de ser mejor que el otro, el hombre tiene tan metido,
tan incrustado el ser algo o tener algo. Pero en el fondo solo es una
victoria/derrota vacía, un desperdicio de tiempo. Olvida los
pequeños detalles, se olvida de sí mismo, solo le importa el
contorno, el fuera, el aparentar. Cambia el mirar un amanecer, por
mirar un cacharro electrónico creado por mano esclava que convierte
ricos a los más ricos, y pobres a los más pobres.
Estas
personas viven con el temor de lo que diga la masa hipócrita, que
dicen -pobrecitos los niños de África que se mueren de hambre-,
mientras no tienen misericordia de los que tiene al lado, y después
se queja de que esta gente no les ayuden y digan -que malas personas
que no me ayudaron-, solo ven intereses. Muchas novelas de ciencia
ficción hablan de robots que poblaran la Tierra, esos robots son
humanos, el ser humano se olvida de los sentimientos, no saben lo que
es realmente.
Está
comprobado que las personas más felices son las que menos tienen,
las que menos necesitan. Lo más triste es que la persona occidental,
la persona que vive con las grandes tecnologías y demás diga que
esa gente es de otro mundo, cuando los que dicen estas afirmaciones
son verdaderos robots prefabricados. Nadie sabe que es la vida, que
es un instante de paz, solo saben juzgar, trabajar, comer, mirar la
televisión... La felicidad ¿qué es?, no lo saben, rara vez ha sido
experimentado por las personas, es algo extraño. La verdadera
felicidad, pocos la han experimentado. Cuando le preguntan a una
persona qué es la felicidad, piensa en cantidad, en espacio llena,
piensan en materia, cuando la felicidad está más allás del plano
material.
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